Todo buen lector entiende, comprende, deduce y extrae sus propias ideas a partir de la lectura, aunque no todas despiertan las tímidas cualidades que cautivas, esperan la liberación de la cárcel de la negligencia y de su guardián el pesimismo. Las referidas cualidades, tales como imaginación, atención, inteligencia, voluntad, memoria, entre otras, crecen como los niños que necesitan de buenos padres que los críen y orienten, y sus potencialidades reflejan en la buena educación recibida en la escuela de la lectura reforzada en el reino de la bibliotecas.
La lectura alimenta el intelecto. Los libros, depósitos de cultura, contienen los avances científicos de la humanidad, cuyos integrantes más representativos se han encargado de imprimir en millones de páginas amarillas, que son menospreciadas por personas cuyo intelecto aún vive en la cuna de la ignorancia por falta de “alimentación”.